Silvia Ribeiro*
Pese a la manipulación de información por parte de autoridades e industria, es inocultable que el actual virus de gripe porcina (ahora asépticamente llamado de influenza A/H1N1) tiene su origen en la producción industrial de animales.
Las autoridades conocían la amenaza de pandemia, pero no dieron importancia a los avisos de instituciones científicas y organizaciones sociales para no interferir con los intereses económicos de la gran industria alimentaria agrícola y pecuaria y de las trasnacionales farmacéuticas y de biotecnología que lucran con las enfermedades. Para ello son útiles los enfoques fragmentarios que no cuestionan las causas del problema: medidas de emergencia cuando los muertos y enfermos no se pueden obviar, mientras se afirma que la crisis se resuelve con más tecnología controlada por las multinacionales. Si hay nuevos virus, se encontrarán nuevas vacunas –patentadas y vendidas por las empresas. Aún si se encontrara una vacuna contra el virus más reciente, la cría industrial de animales sigue siendo una bomba de tiempo para la creación de otros nuevos virus.
El precursor más cercano del virus de influenza porcina que ahora se expande por el mundo se detectó en las granjas porcícolas de Estados Unidos desde 1998. Provenía de la familia de virus H1N1, causante de la gripe de 1918. En 1998 recombinó con segmentos de virus de gripe aviar y humana, además de otras cepas de gripe porcina, una recombinación triple de la que no había registros anteriores. Esto alarmó a los investigadores por el potencial de seguir mutando y convertirse en gripe humana y/o mucho más patógena.
En 1999 ese virus ya estaba presente en 20.5 por ciento de los cerdos industriales de 23 estados de Estados Unidos, según reportó ese año la publicación Journal of Virology. Varios autores y publicaciones científicas advirtieron en los años siguientes que estos virus seguían recombinándose en los establecimientos industriales de cría de porcinos, donde circulan muchas cepas diferentes, que luego se diseminan a través de largos transportes nacionales e internacionales de animales y personas en contacto con ellos. Tanto humanos como animales pueden ser portadores de los virus aunque no manifiesten la enfermedad. Paralelamente, las cepas de gripe humana también recombinaron, al igual que las de gripe aviar –produciendo por ejemplo, la "famosa" gripe aviar H5N1, causada igualmente por condiciones industriales de cría.
Por todo esto, científicos advirtieron que la amenaza de crear una cepa de virus que afectara y se trasmitiera entre seres humanos era inminente. Se confirmó con la actual epidemia y puede suceder nuevamente: las causas siguen intactas.
Los virus de la gripe fácilmente recombinan, pero ciertas condiciones hacen que el proceso se acelere: la creación de resistencia dentro del organismo infectado, o que dos o más cepas diferentes infecten un organismo al mismo tiempo.
Ambas condiciones son cotidianas en las granjas industriales. Por la cantidad y hacinamiento de animales, la atmósfera infecta y calurosa, siempre hay distintas cepas que circulan y pueden infectar a un animal simultáneamente. Por eso les dan vacunas masivamente, que crean resistencias y como respuesta, los virus cambian. El contacto entre cerdos, aves de criadero y silvestres, insectos, microbios y humanos es permanente e inevitable dentro y a partir de los establecimientos, promoviendo la recombinación de cepas de diferentes especies. Los estresados animales reciben además hormonas, antibióticos y son rociados regularmente con insecticidas, lo que debilita su sistema inmunológico y provoca el aumento de medicamentos. Todo esto, junto a miles de toneladas de estiércol, va a los estanques de oxidación de las granjas, contaminado aguas y aire. De modo semejante ocurre en Granjas Carroll y en otras instalaciones de Smithfield, Tyson, Cargill y otros grandes criadores.
La Organización Mundial de la Salud conoce bien este panorama, por lo que es una vergüenza que haya cambiado el nombre de gripe porcina (que también asuela a humanos) al neutral "influenza A/H1N1", para desvincular a la empresas de cría industrial de cerdos de lo que realmente son: causantes de la epidemia.
Igualmente absurdo es que el gobierno de México subsidie a los criadores industriales de cerdo asignando mil millones de pesos para que la industria se pueda resarcir de las pérdidas económicas por la epidemia que ellos provocaron. Siete empresas porcícolas trasnacionales –o asociadas a grandes criadores mexicanos–, entre las que se encuentra Granjas Carroll, tienen 35 por ciento de la producción porcina en México.
Además de crear catástrofes de salud y ambiente, estos oligopolios y sus granjas masivas han perjudicado seriamente a los criadores campesinos y de pequeña escala de cerdos y pollos. Allí también puede haber virus, pero es difícil que se encuentren varias cepas al mismo tiempo, y aún si así fuera, nunca crearán una epidemia porque son pocos animales en un espacio separado de otros.
En lugar de atacar las causas de la epidemia, se premia a los que la producen.
*Investigadora del Grupo ETC
Pese a la manipulación de información por parte de autoridades e industria, es inocultable que el actual virus de gripe porcina (ahora asépticamente llamado de influenza A/H1N1) tiene su origen en la producción industrial de animales.
Las autoridades conocían la amenaza de pandemia, pero no dieron importancia a los avisos de instituciones científicas y organizaciones sociales para no interferir con los intereses económicos de la gran industria alimentaria agrícola y pecuaria y de las trasnacionales farmacéuticas y de biotecnología que lucran con las enfermedades. Para ello son útiles los enfoques fragmentarios que no cuestionan las causas del problema: medidas de emergencia cuando los muertos y enfermos no se pueden obviar, mientras se afirma que la crisis se resuelve con más tecnología controlada por las multinacionales. Si hay nuevos virus, se encontrarán nuevas vacunas –patentadas y vendidas por las empresas. Aún si se encontrara una vacuna contra el virus más reciente, la cría industrial de animales sigue siendo una bomba de tiempo para la creación de otros nuevos virus.
El precursor más cercano del virus de influenza porcina que ahora se expande por el mundo se detectó en las granjas porcícolas de Estados Unidos desde 1998. Provenía de la familia de virus H1N1, causante de la gripe de 1918. En 1998 recombinó con segmentos de virus de gripe aviar y humana, además de otras cepas de gripe porcina, una recombinación triple de la que no había registros anteriores. Esto alarmó a los investigadores por el potencial de seguir mutando y convertirse en gripe humana y/o mucho más patógena.
En 1999 ese virus ya estaba presente en 20.5 por ciento de los cerdos industriales de 23 estados de Estados Unidos, según reportó ese año la publicación Journal of Virology. Varios autores y publicaciones científicas advirtieron en los años siguientes que estos virus seguían recombinándose en los establecimientos industriales de cría de porcinos, donde circulan muchas cepas diferentes, que luego se diseminan a través de largos transportes nacionales e internacionales de animales y personas en contacto con ellos. Tanto humanos como animales pueden ser portadores de los virus aunque no manifiesten la enfermedad. Paralelamente, las cepas de gripe humana también recombinaron, al igual que las de gripe aviar –produciendo por ejemplo, la "famosa" gripe aviar H5N1, causada igualmente por condiciones industriales de cría.
Por todo esto, científicos advirtieron que la amenaza de crear una cepa de virus que afectara y se trasmitiera entre seres humanos era inminente. Se confirmó con la actual epidemia y puede suceder nuevamente: las causas siguen intactas.
Los virus de la gripe fácilmente recombinan, pero ciertas condiciones hacen que el proceso se acelere: la creación de resistencia dentro del organismo infectado, o que dos o más cepas diferentes infecten un organismo al mismo tiempo.
Ambas condiciones son cotidianas en las granjas industriales. Por la cantidad y hacinamiento de animales, la atmósfera infecta y calurosa, siempre hay distintas cepas que circulan y pueden infectar a un animal simultáneamente. Por eso les dan vacunas masivamente, que crean resistencias y como respuesta, los virus cambian. El contacto entre cerdos, aves de criadero y silvestres, insectos, microbios y humanos es permanente e inevitable dentro y a partir de los establecimientos, promoviendo la recombinación de cepas de diferentes especies. Los estresados animales reciben además hormonas, antibióticos y son rociados regularmente con insecticidas, lo que debilita su sistema inmunológico y provoca el aumento de medicamentos. Todo esto, junto a miles de toneladas de estiércol, va a los estanques de oxidación de las granjas, contaminado aguas y aire. De modo semejante ocurre en Granjas Carroll y en otras instalaciones de Smithfield, Tyson, Cargill y otros grandes criadores.
La Organización Mundial de la Salud conoce bien este panorama, por lo que es una vergüenza que haya cambiado el nombre de gripe porcina (que también asuela a humanos) al neutral "influenza A/H1N1", para desvincular a la empresas de cría industrial de cerdos de lo que realmente son: causantes de la epidemia.
Igualmente absurdo es que el gobierno de México subsidie a los criadores industriales de cerdo asignando mil millones de pesos para que la industria se pueda resarcir de las pérdidas económicas por la epidemia que ellos provocaron. Siete empresas porcícolas trasnacionales –o asociadas a grandes criadores mexicanos–, entre las que se encuentra Granjas Carroll, tienen 35 por ciento de la producción porcina en México.
Además de crear catástrofes de salud y ambiente, estos oligopolios y sus granjas masivas han perjudicado seriamente a los criadores campesinos y de pequeña escala de cerdos y pollos. Allí también puede haber virus, pero es difícil que se encuentren varias cepas al mismo tiempo, y aún si así fuera, nunca crearán una epidemia porque son pocos animales en un espacio separado de otros.
En lugar de atacar las causas de la epidemia, se premia a los que la producen.
*Investigadora del Grupo ETC
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